Entre la fuerza del sino
y el juicio en mi boca
desvié la atención al cielo.
Cielo inmenso y eterno
que lloraba el polvo del invierno
-y la brisa del verano-.
Cielo que, abierto,
delante;
llenó mis hoces de sinos
y de juicio
y de pájaros volando.
Que no hay sino ni destino,
ResponderEliminarQue no hay cielo,
que no hay juicio,
marionetas del destino,
esclavos del cielo,
encerrados entre hoces,
lágrimas imosibles,
pájaros volandones,
la vida que pasa,
o que ya pasó
La vida que pasa y llueve.
ResponderEliminarLlueve y limpia los ríos y valles.
A casa trae los pájaros
aliviando las ampollas del sol y del juicio.
Llueve en el sino,
y en el destino.
Tormentas sobre las hoces,
y después, la calma.
En fin,
la vida pasa.